​Autor: Rocío Ariza

Seguro que a todos se nos ha caído el móvil más de una vez al suelo, con su correspondiente microinfarto pensando que ya se nos había roto la pantalla del móvil. Si la pantalla ha conseguido sobrevivir podríamos pensar que ha sido cosa de suerte pero ¿es suerte? ¡Suerte es tener materiales capaces de resistir lo manazas que podemos ser!

Llegar a conseguir un material capaz de resistir la caída de un dispositivo desde cierta altura o que ofrezca resistencia a arañazos no es cuestión de suerte. Además de la resistencia mecánica se le va a exigir unas propiedades acordes al trabajo que va a desemplear como pantalla táctil de un dispositivo móvil.

Pero, ¿cómo se consigue esto? La clave estará en los tratamientos que se le den al vidrio en su proceso de fabricación. El primer paso será mezclar todos los compuestos que formarán el vidrio, normalmente distintos compuestos de silicato. Esta mezcla se funde, alcanzando temperaturas que pueden rondar los 1000-1500ºC. Una vez tenemos el vidrio fundido se vierte sobre un recipiente, haciendo que éste rebose y el vidrio caiga creando una fina película de material que poco a poco va enfriándose y adoptando la forma y color que podemos esperar para una pantalla.

Hasta aquí nada extraordinario, ¿no? Cierto, hasta aquí no hay nada especial. La lámina de vidrio aun no reúne la resistencia que estamos buscando, falta un paso más. Una vez tenemos la lámina se sumerge en una disolución salada a unos 400ºC, donde se producirá el intercambio iónico. Este proceso hará que los iones de sodio se “separen” del material y en su lugar se introduzcan iones de potasio en la superficie. Es aquí donde se ha producido la magia que hará que nuestra pantalla no rompa con la caída.

Los chicos de Corning, donde se fabrica el conocido Gorilla Glass que llevan muchos dispositivos, explican el proceso en un sencillo video:

[youtube https://www.youtube.com/watch?v=HZa3l1gI3Cc&w=560&h=315]

En este intercambio iónico hay un parámetro a tener muy en cuenta: el tamaño de cada ion. Hemos cambiado un ion pequeño (sodio) por uno más grande (potasio). Esto provoca que al enfriarse el material se cree una capa de compresión, que será suficiente para evitar que un impacto pueda dañarlo.

Aunque se nos seguirá parando el corazón unos milisegundos mientras vemos caer nuestro móvil lo cierto es que el material que se usa a día de hoy ha aumentado considerablemente la durabilidad y precisión de éstos dispositivos. Podemos estar un poquito más tranquilos.

Referencias: